En los confines de las montañas que separan a Argentina de Chile, un fenómeno inesperado ha surgido esta semana, perturbando a los viajeros que intentan cruzar al vecino país. Una nueva y sorprendente fila, sin presencia de fuerzas de seguridad, ha comenzado a formarse. Esta situación, que genera altos tiempos de espera y frustración, plantea interrogantes sobre la eficacia de las infraestructuras y la gestión del tráfico en estos puntos fronterizos.
Una situación inesperada en la frontera
La escena era inédita el pasado lunes. No se trataba de las clásicas esperas en la Aduana, ni de las a menudo ocupadas áreas como la Destilera o Uspallata. La cola comenzó a formarse mucho más adelante, justo en la casilla de peaje de Vialidad Nacional para acceder al túnel internacional Cristo Redentor.
El origen del problema
El nodo de esta complicación radica en que hay una sola persona atendiendo la casilla de peaje. Coches, camiones y micros, todos son atendidos por un único operador, provocando un cuello de botella que ralentiza el flujo hacia Chile. La falta de una figura que ordene esta situación no hace más que complicar las cosas, especialmente con los intentos de algunos conductores por colarse de acuerdo a la habitual viveza criolla.
Riesgos y consecuencias del caos
Al cruzar el túnel, la situación no mejora. Las filas continúan debido a que los camiones deben pasar por los cobertizos y los autos acaban detenidos al lado de la banquina. Este desorden incrementa el riesgo de accidentes y genera un amontonamiento que tensa la convivencia entre el papelerío y los usuarios de la vía.
Perspectivas para el futuro
Este panorama desafiante evidencia la necesidad de una revisión urgente de las políticas y operativos en las fronteras. La modernización de las infraestructuras de peaje, la contratación de personal adicional y la implementación de medidas de control más estrictas podrían ser opciones consideradas para aliviar las demoras y optimizar el tránsito hacia Chile.
